Una entrevista imaginaria con Caravaggio, pintor italiano (1571-1610)

Una entrevista imaginaria con Caravaggio, pintor italiano (1571-1610)

Entorno: una taberna con poca luz en Roma. Una sola vela arroja sombras parpadeantes sobre el rostro desgastado de Michelangelo Merisi da Caravaggio. Toma una copa de vino turbio y te mira con una mezcla de sospecha y curiosidad.

Usted: Signor Caravaggio, gracias por aceptar reunirse conmigo.

Caravaggio: (con brusquedad) No me hagas perder el tiempo con bromas. Haga sus preguntas rápidamente.

Tú: Tu trabajo no se parece a nada que Roma haya visto antes. La iluminación dramática, la crudeza de las emociones... ¿qué te inspira?

Caravaggio: (se inclina hacia adelante) Las calles de Roma. Los mendigos, las putas, la violencia. Está todo ahí, la vida al descubierto. No necesito palacios dorados ni querubines de mejillas sonrosadas. La verdad yace en las sombras.

Usted: A menudo utiliza gente común como modelo para figuras religiosas. Algunos lo encuentran ofensivo.

Caravaggio: (se burla) Los santos también eran de carne y hueso, ¿no? María lloró lágrimas de verdad, no de porcelana. Y las manos de Peter estaban callosas por el trabajo, sin manicura para un desfile.

Tú: Tu vida parece tan dramática como tus pinturas. Peleas, deudas de juego, incluso una acusación de asesinato.

Caravaggio: (ojos brillan) La vida es una pelea, ¿no? Lo vivo en mis términos, incluso si eso significa enojar a algunos cardenales remilgados.

Tú: ¿Alguna vez te arrepientes de tus decisiones?

Caravaggio: (silencio) Los arrepentimientos son de tontos. Pinto lo que veo, lo que siento. Puede que al mundo no le guste el reflejo, pero es muchísimo más honesto que la piedad azucarada.

Tú: Mirando hacia atrás, ¿hay algo que harías diferente?

Caravaggio: (un destello de tristeza en sus ojos) Tal vez mantenga la cabeza fría. Pero claro, ¿dónde está la pasión en eso?

Usted: Una última pregunta, señor Caravaggio. ¿Qué esperas que sienta la gente cuando mira tu trabajo?

Caravaggio: (un atisbo de sonrisa) Inquietud. Una sacudida. Quiero que vean el mundo no como ellos desean que sea, sino como realmente es. Hermosas, brutales y bañadas por la misma luz que ellas mismas.

(La vela chisporrotea, hundiendo la habitación casi en la oscuridad. Caravaggio levanta su copa en un brindis silencioso y luego desaparece en las sombras.)

Latamarte