José María Velasco: El paisajista que pintó a México para el mundo
Quién es el primer artista latinoamericano al que la National Gallery de Londres le dedica una exposición
El mexicano José María Velasco fue el máximo artista de un tipo de pintura paisajística de su país: hizo de la geografía mexicana el motivo de su pintura.
"José María Velasco, mexicano. Pinto México".
Así firmó en la esquina inferior derecha la que se consideraba como su obra maestra, "Vista del Valle de México desde el cerro de Santa Isabel", en 1877.
La había pintado explícitamente para enviarla a la Exposición Universal de París de 1878.
Parece haber querido dejarle claro al mundo no meramente quién era él, sino que lo que estaban viendo era ese joven país que hacía apenas 10 años se había librado del austriaco Maximiliano de Habsburgo a quien Napoleón III había instalado como emperador de México para establecer un imperio satélite en América.
Tal vez no debía haberse preocupado, al fin y al cabo, para entonces ya era conocido, en México y en el exterior.
De hecho, había recibido numerosas distinciones, una de ellas justamente de manos del emperador Maximiliano en 1864, así como la medalla de oro de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de México de 1874 y 1876, y la medalla de oro de la Exposición Internacional de Filadelfia.
La pintura de 1877 tuvo tal éxito en París que le pidieron que hiciera copias, y una de ellas fue entregada al papa León XIII.
No fue la única vez que triunfó en la capital francesa.
En la Exposición Universal de 1889 presentó 68 de sus obras y, contó en una carta:
"... los cuadros míos han producido mucho efecto, agradan bastante y se han sorprendido de ver que en México se puedan pintar estas obras que juzgan de bastante mérito".
"Ayer he recibido la Condecoración de Caballero de la Legión de Honor, es una recompensa que me honra mucho y la considero como una gran distinción".
Así, acumuló premios, elogios y admiración, no menos de sus alumnos en la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA), donde fue profesor de artistas como Diego Rivera, desde 1868 hasta 1903.
Y sin embargo, durante sus últimos años dejó de estar tan presente.
Tanto, que su muerte no fue registrada en la prensa mexicana hasta dos días más tarde, como constató la periodista Kathya Millares en Nexos.
Uno de los dos diarios que informaron sobre su fallecimiento fue El Imparcial, dando poco más que datos de su funeral.
El Diario se extendió más, señalando que "El anciano señor Velasco había dado prestigio al arte nacional, pues en exposiciones de gran nombradía, efectuadas en París, Viena, Madrid, Italia, Milán, Chicago y otras, había conquistado los primeros diplomas y los primeros premios".
No obstante, ese relativo olvido fue rápidamente remediado por las autoridades con exposiciones, celebraciones y conmemoraciones.
Pronto, le aseguraron un lugar insigne en la cultura oficial, no sólo por sus dotes artísticas sino también por contribuir a cimentar la identidad mexicana.
Hasta el día de hoy, sus obras son conocidas en su país, aunque quienes las encuentren familiares quizás no sepan quién las pintó.
Pero fuera de México, se le recuerda poco, y a veces nada.
¿Por qué?, se preguntó el artista británico Dexter Dalwood, quien vive en México y se interesó en la pintura de Velasco.
Paso seguido, le propuso a la National Gallery de Londres, con la que tiene una larga relación, hacer una exposición, con él como cocurador.
La idea fue acogida.
"Por feliz coincidencia, el evento marca los 200 años de las relaciones diplomáticas entre México y Reino Unido", le dice a BBC Mundo Daniel Sobrino Ralston, también curador de la muestra.
Esa no fue la única feliz coincidencia.
"Velasco es un pintor muy eminente del México del siglo XIX, y pensamos que encajaba muy bien con el arte que tenemos en la National Gallery, sobre todo con una serie de exposiciones que hemos hecho sobre paisajes nacionales de ese siglo".
Hasta ahora, explica, "las que no han sido europeas, han sido de artistas de países angloparlantes".
Velasco se convirtió en la excepción en esa serie de paisajistas del siglo XIX.
Más que eso: aunque la prestigiosa galería ha adquirido y exhibido obras de artistas latinos y latinoamericanos, "esta es la primera vez que la National Gallery dedica una exposición a un artista latinoamericano", destaca Sobrino.
Así, más de un siglo después de su muerte, Velasco se ganó otra distinción.
Siempre romántico
José María Tranquilino Francisco de Jesús Velasco y Gómez-Obregón nació en Temascalcingo en 1840, el mismo año en el que nació en Francia Claude Monet, iniciador y líder del Impresionismo.
A pesar de ser parte de la misma generación de artistas, mientras los europeos revolucionaban el arte, Velasco hacía lo contrario.
"Los baños de Nezahualcoyotl", 1878.
"No era un innovador", señala el curador.
"Tiene su estilo, su objetivo, y no cambia mucho. Mantiene el estilo romático de su maestro Landesio, pero llega a un estilo un pocEse maestro, el pintor italiano Eugenio Landesio, enseñaba en la Academia de San Carlos, la primera academia de Bellas Artes en el continente americano (ahora parte de la UNAM), y dejó una marca indeleble en Velasco.
Su obra siempre mantuvo ese acento romántico que busca exaltar la naturaleza, en línea con el movimiento artístico de la última parte del siglo XIX que estaba dando sus últimos coletazos.
Como concordaba con el canon del momento, mientras que las pinturas de los impresionistas eran rechazadas en las exposiciones del Salón en Francia, las de Velasco eran aceptadas, y laureadas.
"Es un artista muy sobrio, muy serio", indica Sobrino.
Su México
Velasco sazonó ese academicismo de origen europeo con toques de la tradición y el paisaje de su país.
E hizo precisamente lo que declaró en esa esquina de esa pintura: pintó México.
Particularmente su México, pues, así como no exploró otros caminos en el arte, a diferencia del común de los paisajistas, Velasco no era muy dado a partir con sus pinceles y pinturas a lugares distantes en busca de horizontes desconocidos.
Viajó poco y ni siquiera pintó en su periplo más largo, a la Exposición Universal de 1889, cuando recorrió Europa durante un año.
Según su biógrafo Luis Islas García, de esa experiencia cosechó "fotografías de los principales monumentos; extrañeza por el Impresionismo; alarma por las costumbres y una publicidad merecida".
"La extrañeza, mejor, el desdén que tuvo por la pintura que conoció en Europa le salvó de influencias quizá perniciosas, y siguió pintando con su estilo propio, sin preocuparse de los pintores extranjeros", añadió ese autor.
En tierras remotas, conoció la nieve, pero en su obra solamente aparece en los picos de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. También conoció el mar, pero sólo lo pintó una vez.
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