En el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago (MAC), como parte de su exposición temporal del momento, podemos encontrar en el primer piso la muestra titulada “Colección MAC: Memoria habitada”. Ella tiene una muestra de Carlos Ortúzar (1935-1985), donde se recuperan tres serigrafías restauradas (humedecidas, planchadas y reintegradas cromáticamente) tituladas “Tres Humanonautas”, “Coloquio de los Humanonautas” y “Transformación” (1966-1967).
En un principio, se podría considerar un “diálogo en tríptico” para presentar al público una experiencia retroactiva que recorre el devenir de su época y las posibles derivaciones tecnológicas de los imaginarios de un futuro.
Anatomía neofigurativa y diagrama social
En 1967 y 1968, en el contexto político latinoamericano y en plena Guerra Fría, Ortúzar concibió “Tres Humanonautas”, “Coloquio de los Humanonautas” y “Transformación” como ejercicios de neofiguración tecnofílica.
“Tres Humanonautas” muestra tres cuerpos-estructura “intervenidos” por prótesis geométricas, con colores planos que participarían y dialogarían con las series de serigrafías del Pop latinoamericano.
Por su parte, “Coloquio de los Humanonautas” dispone las figuras en diálogo numérico con figuras más blandas en una especie de comunicación espacial astronáutica. La técnica de serigrafía sobre papel, con la inscripción de planos de color, convierte el soporte en una relación de “separación técnica y convivencia” entre lo orgánico y lo mecánico. Las inscripciones manuscritas en el anverso de las obras actuarían, simultáneamente, como firma y como “huella” de autoría en la “era de la reproducción mecánica”.
Desde el postestructuralismo, estas piezas podrían “leerse” como signos fragmentados, donde cada humanoauta es significante de un sujeto posindustrial, mientras que la composición en trisemia -tres cuerpos- (hay un cuarto encapsulado/hibernado en la obra “Transformación”) tensionan la dialéctica de lo individual y lo colectivo.
En “Transformación”, la materia industrial ya no es un soporte neutro, sino parte de una pre-individuación activa que participa en la narración de una “modernidad dicotómica”, donde, por un lado, el asombro ante los avances técnico-científicos y, por otro, la fragilidad de lo humano ante la maquinaria política de la Guerra Fría. Reflexionar sobre estas piezas nos lleva a sentir que Ortúzar no solo fue un “cronista” de su tiempo, sino parte de la agencia en la representación de futuros posibles.
En estos períodos, el arte latinoamericano transitaba entre el legado modernista y las nuevas poéticas críticas que cuestionaban la neutralidad del espacio expositivo. Las piezas de la serie Humanonautas exhiben cuerpos intervenidos por engranajes y formas geométricas, evidenciando una hibridación entre la figura humana y la máquina que remite al programa de la visualidad científica imperante en la década.
Anacronía interactiva
En una teoría de “anacronía interactiva”, podría acelerarme a proponer que cada obra de Ortúzar se puede transducir en tres “micro-conjuntos” temporales: su materialidad física entre 1966-1967, su “archivo performativo” actualizante en 2025 y su posible proyección “digital, post-digital, poshumanista y, quizá, hiperhumanista” en futuros especulativos. Esta perspectiva, claramente no correspondería a la noción de cronología lineal, sino que plantearía el arte como evento disruptivo que habita simultáneamente múltiples presentes.
El MAC, al reactivar estas obras en un montaje positivamente anacrónico, logra su rol de mediador que conserva, revela y proyecta un legado trascendente en lo epocal y -quizá sin haberlo sabido el artista- inmanente en la proyección digital. De esta manera, la exposición no sería, solamente, un encuentro del pasado artístico de Ortúzar, sino un intento de diacronía prospectiva de presentes, como futuros y de futuros aún por gestarse en la intersección de arte, técnica, ciencia y tiempo.
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