Malba en Qatar: el acervo bajo el sol del desierto

Malba en Qatar: el acervo bajo el sol del desierto

El 20 de abril inauguró “Latinoamericano” la muestra con 170 obras de la colección Costantini y del Malba.
Una recorrida junto a la Sheika Al Mayassa Al Thani y Teresa Bulgheroni.

Y finalmente llegó la apertura más esperada del año, pero al otro lado del mundo, en la ciudad de Doha, en la península arábiga. No exageramos si decimos que se trata de la cuarta estrella para Argentina. Latinoamericano, la gran expo del Malba en Qatar, presenta 170 piezas, de 109 artistas de todo el continente, pertenecientes a las colecciones del museo y del patrimonio personal de Eduardo Costantini.

Se inauguró el domingo 20 de abril y permanecerá abierta hasta el 19 de julio en el Museo Nacional de Doha, el deslumbrante edificio diseñado por el arquitecto francés Jean Nouvel, una construcción de formas orgánicas y de tal modo enclavado en la ciudad que, estando en él, poco se aprecia de esta ciudad ultra contemporánea. Levantada en unas pocas décadas, Doha ofrece un catálogo de las grandes firmas de la arquitectura del siglo XXI, desde el chino I.M. Pei hasta Rem Koolhaas. El Museo Nacional evoca esas formas minerales caprichosas conocidas como “rosa del desierto”, con planos circulares en diagonal.
La apertura de Latinoamericano tiene por marco el Año de la Cultura Qatar-Argentina-Chile 2025, una cita dentro del visionario programa de expos e intercambios que comenzó hace más de 12 años, precediendo la apuesta de Qatar por ser sede de la Copa Mundial de fútbol.

 

La semana encadenó una serie de eventos, desde la inauguración de murales por artistas del Conosur hasta diálogos públicos con Hans-Ulrich Obrist y otros destacados ponentes, hasta muestras de fotografía. Asistió a todos ellos la Sheika Al Mayassa bint Hamad Al Thani, hermana del monarca, el Emir Tamim. Esta mujer de unos 40 años, cálida pese a su distancia de soberana, es una figura femenina única en el mundo islámico –durante años, la más poderosa– . Ha conducido el soft power del país y convencido a la jerarquía de esta monarquía absoluta de destinar parte de sus recursos ilimitados a museos e instituciones culturales. Para ello requieren arcas en forma de pozos petroleros, sí, pero también una visión estratégica de la cultura y la educación. El aliento de la sheika Al Mayassa, a quien es preciso dirigirse como “Su Excelencia”, ha sido de apertura y en sintonía occidental, un asunto de fricción política en una élite tradicionalista como esta.


Su contraparte argentina ha sido el empeño personalísimo de Teresa Bulgheroni, presidenta de la Fundación Malba, quien impulsa este proyecto de internacionalización de la prodigiosa colección Costantini. Seguro hay más sueños encendidos en su radar.

Latinoamericano
Qatar lleva más de una década invirtiendo recursos en instituciones culturales, creadas ex nihilo y a fuerza de persuasión económica. México y Brasil ya tuvieron sus expos individuales en Doha y esta vez es el turno del Malba que, sin criterios nacionalistas y con una selección atractiva, compuso un relato sobre las sincronicidades estéticas y las imágenes vernáculas en una Latinoamérica enorme y de integración contrastante. El desafío era narrar y traducir a otra cultura la distancia que va de Pedro Figari a Joaquín Torres García, pero también de éstos a nuestro simbolista, Xul Solar, y a Remedios Varo, nacida en España y emigrada a México, por mencionar solo a unos pocos.

 


Mientras, en el vasto patio del Museo, uno de los sitios favoritos de las familias en Doha y rodeado por los espectaculares planos del arquitecto Nouvel, estallan los 16 inflables rayados que componen la Escultura de los sueños, de Marta Minujin, la instalación que hasta el mes pasado estuvo en el Centro de Convenciones de Roma, y que antes pasó por el Palacio Libertad (ex CCK) y por Times Square de Nueva York.

La artista no pudo asistir por estar en viaje en EE.UU. en ese momento, En las salas volvimos a encontrar a Minujín, sentada frente a Andy Warhol, pagando con choclos La deuda externa. En esta ciudad monocromática, donde los rascacielos eclécticos conviven con los pintorescos barquitos de madera de la bahía –única herencia de los buscadores de perlas que a comienzos del siglo XX daban vida a estas costas–, Minujín es una bienvenida nota de desobediencia que comienza por la retina.
A cargo de Issa Al Shirawi, jefe de Exposiciones Internacionales de Museos de Qatar, y de María Amalia García, curadora en jefe de Malba, Latinoamericano organiza su gran relato panorámico en torno de distintos núcleos: la adscripción vital de los artistas al modernismo europeo, la urbanización vertiginosa en la primera mitad del siglo pasado y la politización militante del arte bajo la segunda vanguardia, en los años 60, y diez años más tarde, la tragedia política sufrida por buena parte del continente.

La muestra incluye obras icónicas del Malba, las cuales, seguramente hicieron sufrir al coleccionista Eduardo Costantini, por ser el corazón de su acervo. Entre ellas, el Autorretrato con chango y loro (1942), de Frida Kahlo, y Baile en Tehuantepec (1928), de Diego Rivera, dos de los récords en las compras del coleccionista. También el fresco de Antonio Berni (salió por primera vez del país), y su Juanito dormido; otras piezas son La canción del pueblo de Emilio Pettoruti , Rompecabezas, de Jorge de la Vega y una obra de la surrealista Varo.

 


Hay aquí pintura, fotografías y escultura de Chile, Uruguay, Colombia, Venezuela, Paraguay y Cuba (además de Wifredo Lam, dos piezas de la extraordinaria grabadora Belkis Ayón, nunca expuestas en el Malba, sobre las prácticas religiosas afrocaribeñas. Belkis, como la llaman los cubanos, tuvo una vida trágica en virtud de su disidencia política y sexual; mereció una gran retrospectiva en el Reina Sofía hace tres años.

La colección ampliada
Al patrimonio con base en Buenos Aires, se agregaron artistas como Alice Rahon y del escultor germano mexicano Mathias Goeritz, pertenecientes al Museo de Arte Moderno de Doha: sus dos piezas testimonian el diálogo del artista con la tradición islámica, tras sus viajes a Jordania y las ruinas de Petra.
El Museo Nacional es gratuito para los residentes y con un ticket de precio invitante para los turistas; esto convierte la audiencia en desafiante. En la recorrida que compartieron ambos curadores, contaron que han procurado precisar las diversas modernidades –con sus velocidades y adaptaciones– en ese vasto territorio artístico y al calor de los distintos procesos nacionales. Entre las piezas argentinas más recientes expuestas en Doha, un collage blanco y negro de Guillermo Kuitca y una escultura acolchada de Favio Kacero.

 

La fotografía histórica del siglo XX está representada por Grete Stern, con su serie de montajes surrealistas para la revista Idilio, los clásicos porteños de Horacio Coppola y la abstracción urbana del brasilero Geraldo de Barros.

No tan distantes en la expo, pero sí con sentidos en contraste, sobresalen la bellísima Constelaciones, de Gyula Kosice, adquirida en 2024, al tiempo de su gran expo La ciudad hidroespacial, y el Quipu desaparecido, de la chilena Cecilia Vicuña, que tuvo el León de Oro en la Bienal de Venecia 2022.
Nos preguntamos si Doha habría sido también la feliz anfitriona de Tripa de quipu, una instalación de la misma serie, en su versión color sangre. La alegoría del quipu menstrual habría adquirido en Qatar un tono confrontativo; nunca estuvo en juego pues no pertenece a la colección del Malba.

La curadora María Amalia García destacó en su recorrida que Frida adoptó los atavíos y adornos de cabeza tras un viaje al exterior, como forma de asumir su identidad mexicana. Junto al autorretrato, uno de sus huipiles y una docena de fotos personales, junto a las figuras del surrealismo europeo, como André Breton, y en sus últimos años de vida, esas fotos lacerantes de la artista postrada y pintando en la cama. Es probable que Kahlo, hoy una de las artistas más populares del mundo, haya sido la gran carnada para llegar a Doha. Sin embargo, la muestra sortea con gracia la fácil tentación de recostarse en los lugares comunes, el folklore latinoamericano y el afán de “occidentalismo” que impulsa muchas de las inversiones de Qatar.

 


La revuelta políica de los años 70 y la crítica radical del pop a la “sociedad de consumo” –que en Qatar puede alcanzar cimas obscenas de gasto y derroche– está presente en obras de Víctor Grippo y Cildo Meireles. Latinoamericano empuja algunos límites temáticos y políticos en un país donde las mujeres viven dos procesos en paralelo: muchas van cubiertas con la niqab y están ocupadas criando a sus hijos, pero otras tantas no han desaprovechado la chance de adquirir una educación de excelencia en el extranjero. Hoy hay mujeres en unos pocos cargos clave del funcionariado cultural del país.

La barrera no negociable sigue siendo aquí el cuerpo de la mujer, embargado por las virtudes de la modestia y la castidad, que suelen presentarse como cara y contracara. En el Museo Nacional son protagonistas una cantidad de creadoras, si bien en sus versiones más “recatadas”. Hay tres obras de Lygia Clark, una de ellas junto a E.T.A., una obra de posible lectura ecologista de Liliana Maresca, de quien, desde luego, no se muestran los desnudos.

La represión religiosa de la mujer no implica, sin embargo, que el mundo islámico no pueda enseñarnos aspectos de su perspectiva, que sacraliza el cuerpo femenino al enfatizar su misterio y mantiene el velo sobre la pornografìa, para ellos a la vez pecaminosa y grotesca.
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