El Signo que Resiste: El Arte de Ayman Al-Hossary en Gaza

El Signo que Resiste: El Arte de Ayman Al-Hossary en Gaza

Caligrafía Entre Escombros y Memoria: El Arte como Resistencia en Gaza

Hay un artista en Gaza que no solo pinta. Escribe, graba y estampa. Se llama Ayman Al-Hossary, tiene 37 años y es una de las voces más lúcidas y radicales de la escena palestina contemporánea. Nunca ha dejado de trabajar, ni siquiera en los períodos más oscuros: apagones, bombardeos, asedios.

 



Su arte se compone de caligrafía árabe, instalaciones, vídeos y performances. Pero el núcleo es siempre el mismo: la línea escrita, la palabra que se convierte en imagen, el lenguaje como identidad. En un contexto donde todo se borra —las casas, los recuerdos, la gente— Al-Hossary reafirma con contundencia:

“No nos arrebatarán el idioma, no arrancarán la memoria”.

Caligrafía sobre las Ruinas

Al-Hossary no pinta sobre lienzos limpios y ordenados. Sus superficies suelen ser muros heridos, casas destruidas, muros que aún conservan las cicatrices de las explosiones.
Estas grietas no son un obstáculo, sino el marco mismo de la obra.

La caligrafía árabe que traza en los muros no es decoración, es resistencia: las curvas de las letras, los espacios entre líneas, la fuerza del negro contra el gris de los escombros se convierten en un acto de denuncia.

Arte entre la vida cotidiana y el asedio

Sus obras nacen en Gaza, entre restricciones y límites. El tiempo del arte allí nunca es lineal: está marcado por incursiones, bombardeos y la falta de electricidad.

Y, sin embargo, en los momentos robados a la guerra, Al-Hossary encuentra la paciencia para trazar lentamente la línea, para dar forma a una línea que se resiste a ser borrada.

En sus performances e instalaciones, la repetición obsesiva de gestos y palabras evoca la ciclicidad del trauma: el mismo dolor que regresa, el mismo duelo que se repite. Pero es precisamente de esta monotonía de la violencia que surge la urgencia de un arte que no se rinde.

Resistencia Cultural

Al observar sus obras, queda claro: este no es un arte de consuelo.

No es evasión.

 



Es arte como resistencia.

Cada trazo caligráfico es un acto político: reafirma la existencia de un pueblo, una lengua, una memoria. En lugares de destrucción, donde todo parece gritar silencio, Al-Hossary responde con palabras.

En una entrevista con el Instituto Francés de Jerusalén, el artista explicó que su obra es una forma de devolver la dignidad al espacio urbano, transformando la ruina en una superficie viva, un testimonio compartido.

Es la forma más pura de lo que podríamos llamar resistencia cultural: no puede detener a los tanques, pero puede evitar que borren la memoria.

Por qué esto nos afecta

Hoy en día, la imagen de la guerra corre el riesgo de convertirse en un bien de consumo, una noticia que pasa rápidamente por la pantalla. El arte de Al-Hossary, por el contrario, nos obliga a mirar sin huir: nos invita a detenernos, leer y escuchar. Es un arte incómodo y necesario.

Hablar de Ayman Al-Hossary es recordar que la cultura siempre es política, especialmente cuando surge en un contexto de ocupación y violencia.

Sus muros escritos en Gaza nos instan a no olvidar, a no acostumbrarnos.
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