A comienzos del siglo XX, México vivió una de las revoluciones más apasionadas y complejas de América Latina: un levantamiento popular contra la dictadura de Porfirio Díaz, la desigualdad y la injusticia. En ese contexto turbulento, nació un arte nuevo que no solo retrataba la historia, sino que hablaba con la voz del pueblo: el muralismo.
Apoyado inicialmente por el gobierno revolucionario, el muralismo se transformó en un medio para contar las historias del pueblo, su lucha y su esperanza. Artistas como Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros llenaron los muros de las ciudades con escenas de resistencia, educación, justicia y liberación.
Sus obras mostraban el pasado indígena, la explotación obrera, la necesidad de alfabetización y el sueño de un futuro más justo. Con sus pinceles, sacaron el arte de los museos y lo llevaron a las calles, al corazón mismo de la vida cotidiana.
El muralismo mexicano no es solo un movimiento artístico, sino una expresión viva de identidad nacional que sigue hablando desde los muros de México.
Latamarte
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