El graffiti en América Latina se ha consolidado como un medio de resistencia y denuncia. Muchos artistas urbanos abordan temas como violencia policial, desigualdad, racismo, feminicidios, extractivismo y corrupción.
Las calles se convierten en espacios de memoria colectiva y protesta visual. Murales y grafitis funcionan como archivos vivos que cuestionan las estructuras de poder y amplifican las voces marginadas.
El activismo visual también se articula con movimientos feministas, ambientales e indígenas.
En varias ciudades, el graffiti ha pasado de ser criminalizado a ser reconocido como patrimonio cultural.
Latamarte