Las artes visuales en Argentina constituyen un vibrante y complejo tapiz que refleja la evolución histórica, las convulsiones sociales y la rica diversidad cultural del país. Desde los albores de la nación hasta la escena contemporánea, los artistas argentinos han dialogado constantemente con las corrientes internacionales mientras forjaban un lenguaje propio, a menudo marcado por la búsqueda de la identidad y la expresión de lo político.
Los cimientos se remontan al período colonial, dominado por el arte religioso y los retratos de la elite, con figuras como el pintor peruano radicado en Buenos Aires, Ángel María del Campo. Sin embargo, el verdadero punto de inflexión llegó a finales del siglo XIX y principios del XX. La inmigración masiva europea y la consolidación del Estado-nación trajeron consigo nuevas ideas. Artistas como Eduardo Sívori introdujeron el realismo, mientras que Fernando Fader se destacó en el impresionismo. Pero fue el grupo "La Boca", con su figura emblemática Benito Quinquela Martín, quien capturó de manera más poética y poderosa la vida en el puerto de Buenos Aires, utilizando colores vibrantes y escenas de trabajo, definiendo una estética profundamente local.
La vanguardia de la década de 1920 y 1930 supuso una ruptura radical. Xul Solar, con sus acuarelas metafísicas y sus mundos utópicos poblados de criaturas híbridas y lenguajes inventados, se erigió como una de las figuras más originales del continente. Paralelamente, Emilio Pettoruti trajo el cubismo desde Europa, desafiando a un establishment artístico aún conservador. Este espíritu modernizador culminó en la formación del grupo "Concreto-Invención" y "Arte Madí" en los años 40, liderados por Gyula Kosice, Tomás Maldonado y Carmelo Arden Quin. Estos artistas abogaron por la abstracción geométrica, el arte cinético y la interdisciplinariedad, colocando a la Argentina a la vanguardia del arte abstracto latinoamericano.
La segunda mitad del siglo XX estuvo profundamente marcada por la inestabilidad política. Movimientos como el Instituto Di Tella en los años 60 se convirtieron en un hervidero de experimentación con el pop art, el happening y el arte de los medios, con figuras como Marta Minujín y Antonio Berni. Precisamente, Berni, con sus series sobre Juanito Laguna y Ramona Montiel, creó un poderoso testimonio del desigual desarrollo social a través del collage y el assemblage, utilizando materiales de desecho. La última dictadura militar (1976-1983) impulsó un arte de fuerte contenido político y alegórico, donde el cuerpo, la memoria y la ausencia se volvieron temas centrales, como en la obra de León Ferrari y Liliana Porter.
El retorno a la democracia abrió un período de efervescencia y pluralismo. La escena actual es extraordinariamente diversa, sin un estilo hegemónico. Coexisten pintores figurativos de gran fuerza como Guillermo Kuitca (con sus mapas y planos arquitectónicos cargados de melancolía), colectivos de arte callejero y activismo, fotógrafos que exploran la identidad y la memoria, y artistas que trabajan con nuevas tecnologías e instalaciones inmersivas. El arte callejero, especialmente en los barrios de Palermo y San Telmo en Buenos Aires, se ha convertido en un sello distintivo de la ciudad, con murales de dimensiones épicas que comentan la realidad social.
En conclusión, las artes visuales argentinas son un río en constante movimiento. Han navegado desde la búsqueda de una iconografía nacional hacia la abstracción pura, para luego abrazar la crítica social y la experimentación más libre. Hoy, su mayor fortaleza reside en su capacidad para mezclar lo local con lo global, lo tradicional con lo tecnológico, manteniendo siempre un espíritu crítico y una inquietud creativa que la posicionan como una de las más dinámicas y relevantes de América Latina.
Latamarte